Si por algo se ha caracterizado Motiva Consulting desde sus inicios es por una filosofía que contempla la igualdad entre hombres y mujeres como una base imprescindible.
Como asegura Esperanza Gilarranz, Directora de Soporte: “Mi percepción es que no hay ninguna política específica para las mujeres. Realmente, creo que ese es el objetivo que se debería perseguir en el mercado laboral, que no haya ningún tipo de discriminación por género, ni en positivo, ni en negativo. Que los parámetros de la evolución de tu carrera profesional sean tus competencias, conocimientos, méritos laborales, etc.”. Comparte esa visión Alicia de Santos, Directora de Operaciones, que puntualiza que “en Motiva trabajamos con personas, mucho más allá de con mujeres u hombres. Desde que recibimos a un candidato por primera vez, analizamos sus virtudes y sus defectos, como persona y profesional que es, y esto continúa siendo así cuando forma parte del equipo Motiva. El trato, en nuestro caso, es totalmente equitativo”.
La realidad indica que, dentro del sector de la tecnología, y más concretamente de la consultoría, el número de mujeres es mucho menor que el de hombres, lo que, a priori, puede convertirlo en un ambiente complicado. Rosa María Anaya, Directora de Gestión y Procesos, confiesa que ella siempre ha estado “muy cómoda trabajando con hombres. Es cierto que en todos los eventos del sector estamos en minoría, pero yo nunca me he sentido diferente, siempre he asistido con mucho interés y ganas de intercambiar impresiones y conocimientos. Siempre me he sentido persona más que mujer, quizá sea ese el secreto. Además, soy muy franca y práctica, y creo que esta forma de ser encaja mucho en estos ambientes”. Esperanza asume que el mundo tecnológico tiene una mayoría significativa de hombres y cree que “en otras empresas sí se ven las dificultades que tienen algunas mujeres con talento para alcanzar los puestos/salarios para los que están totalmente cualificadas”. Para Alicia, “este mundo es difícil, pero no por ser mujer”.
De nuestras tres directoras, Esperanza afirma ser una afortunada porque nunca se ha sentido discriminada o ha Alicia de Santos, directora de Operaciones necesitado demostrar más que otros compañeros por su género. Alicia, en cambio, asegura que, en algunas ocasiones, ha tenido que escuchar “algún comentario machista”, pero que su secreto es no aplicárselo – “por total convicción, sé que soy capaz de demostrar y hacer lo mismo que un hombre (en el sentido de no menos por el hecho de ser mujer)” -. Rosa afirma que con los años ha visto que los grupos masculinos “antes de aceptarte como uno más, se miden contigo. Lo pueden hacer en clave de humor, diciendo algún chiste o comentario jocoso, para ver cómo te lo tomas, o incluso con intercambios intelectuales para probar tus conocimientos, tu energía o valentía ante los retos profesionales”. Su secreto es responder siempre con humor y enfrentarse a esos retos intelectuales con aplomo, franqueza y haciendo valer la experiencia.
De las tres, Alicia y Esperanza aseguran haberse sentido siempre respetadas por familia, compañeros y jefes; y Rosa puntualiza que solamente en un par de ocasiones contadas ha necesitado decir alguna frase cortante o una mirada más intimidatoria.
Eso sí, Rosa puntualiza: “Yo quiero romper una lanza a favor de todos los hombres profesionales e íntegros que me he ido encontrando, porque con el sensacionalismo que hay alrededor de estos temas últimamente, parece que se lleva más el ataque o la guerra de géneros que la conciliación de posturas y la evolución natural hacia la inclusión y la diversidad”.
Este es un punto en que las tres coinciden al señalar que conciliar la vida familiar y la laboral, sobre todo cuando se tienen hijos, es complicado, pero no imposible. Rosa cree que el problema radica en que “la mayor parte de las tareas relacionadas con el hogar y los hijos recaen en la mujer. Hay mucho camino por recorrer en este sentido, aquí veo una necesidad grande de reflexión y cambio de hábitos o actitudes en la sociedad. A veces me he sentido disgustada e incluso indignada por comentarios que han venido por parte de un hombre, y otras muchas veces de una mujer, dando por hecho que yo soy la que debo asumir todas esas tareas ‘supuestamente’ femeninas. Yo nunca lo he sentido así, no me realiza ese papel servil que nos quieren atribuir, me enojan ese tipo de comentarios, esa especie de manipulación sentimental para obligarnos a ser las criadas del mundo”.
En la misma línea se expresa Esperanza, que dice que “hay que darse el respiro de no exigirse tanto en ninguno de los ámbitos, y no caer en el error de echarte todo en tu espalda, porque si no, la sensación del día a día es asfixiante”. Alicia, madre de tres niños menores de edad, comparte que “hay que ser muy organizada, y ser capaz de gestionar prioridades en cada momento”.
Cuando les planteamos si es posible llegar a todo, Esperanza explica que la clave está en el concepto de todo, “ya que la sociedad impone unos parámetros a los que, efectivamente, es imposible llegar. Si eres capaz de definir dentro del ‘todo’ las cosas realmente importantes, y consigues dedicarte en cada momento a lo que toca, la respuesta es sí”. Alicia es tajante y asegura que “a todo, no; pero a lo importante, sí”. Para Rosa el secreto es “proponerse objetivos realistas y priorizar con inteligencia y autoconocimiento”.
Si las mujeres sabemos dónde están nuestros límites y no aceptamos aquello que nos haga sentir mal, seremos capaces de asumir cualquier reto. Nuestro primer deber es cuidar de nosotras mismas y mantenernos fuertes y enteras para conseguir nuestras propias metas y servir de ayuda y sostén a familia, amigos y compañeros de trabajo.